Metáfora de la vasija
La historia cuenta de un anciano que llevaba dos vasijas grandes, cada una colgada al extremo de un palo que descansaba sobre sus hombros. Una de las vasijas era perfecta y siempre llegaba llena de agua al final del largo camino desde el arroyo hasta la casa del anciano. La otra vasija tenía una grieta diminuta y al final del camino, solo quedaba medio llena de agua.
Durante dos años, esto ocurrió diariamente. El anciano llevaba una vasija perfecta al final, pero la vasija agrietada sabía que su imperfección la hacía indigna de su propósito. Solo podía hacer la mitad de lo que fue hecha para hacer.Un día, la vasija agrietada se habló a sí misma: "Estoy avergonzada de mí misma y soy un fracaso".
La vasija agrietada decidió que, ya que solo podía hacer la mitad de lo que fue hecha para hacer, iba a aprovecharlo al máximo. Siguió al hombre a la casa del arroyo, sabiendo que estaba incompleta. Cuando él llegó a casa, la vasija agrietada le preguntó por qué lo hacía si él era tan perfecto y ella tan imperfecta.
En resumen, la metáfora enseña que:
El valor está en la perspectiva: ver nuestras "grietas" como oportunidades para algo más, como regar flores, cambia nuestra visión.
Somos parte de un todo: nuestras debilidades pueden ser esenciales para el equilibrio o la belleza de un sistema mayor.